Él decía que no le gustaba cuando pintaba mis uñas, por eso que no podía hacer nada mientras esperaba que se sequen; decía esas cosas y un poco más mientras le pedía que pongan algodón en la punta de la lima, aún así, se quedaba a mi lado respondiendo preguntas y agarrando mi cabello por si se me iba a la cara.
Él decía que no le gustaba cuando le quitaba la colcha, que se iba a dormir al mueble para que no le bote de la cama mientras me daba vueltas al dormir; sin embargo siempre se despertaba para cubrirme del frío de la madrugada y aprendió a dormir en 1/4 de la cama. Él decía que le gustaba despertar a mi lado.
Él odiaba mis cabellos en el piso, me repetía que los recogía 1328.402.893 veces a día, que me iba a poner una malla para entrar a la casa o que me lo iba a cortar; a pesar de eso y aquello, él empezó a recoger mis cabellos del piso y a hacer una cola de caballo mientras cocinaba. Él los extrañaba cuando no los veía en la almohada a la mañana siguiente.
Él decía muchas cosas, pero aprendí que todo lo que tenía para decirme siempre era la verdad, y que intentaba hacer lo mejor; que estaba dispuesto a recogerme las veces que caía por tropezar conmigo misma. Él siempre supo quien soy yo. Él me dejó.
es que hay un problema cuando dejamos de decir,
cuando nos gana el «da igual»
podemos coincidir o no, pero siempre hay que decir
y siempre se puede responder
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