La extraño, claro que la extraño, la convertí en parte de mi vida. Permití que esté en mis momentos, dejé que conociera a las personas que me querían y ellas las aceptaba. No me importaba cargarla y abrazarla aunque este sucia, perdí el asco a pulgas y garrapatas cuando volvíamos del parque y la bañaba. Aprendía a sacudirme el agua del pelo como ella, a mojarnos bajo la lluvia y llevarla al baño en pijama y sin zapatos.
Sí la extraño, fue mía, y todos la que la conocieron sabía que ella se creía mi dueña, que controlaba quien se acercaba a mí y olía a todo quien entraba a casa, que todos la aceptaban. Claro que la extraño, no dejo de buscarla debajo de mi silla mientras estoy trabajando, ni de abrir la puerta de la ducha para verla ahí acostada, o esperar que en la madrugada me acompañe al baño. Sí la extraño.
No espero que me entiendas, ni que intentes entender porque la consideraba parte de mi familia, pero no ha sido la única, también estuvo Pelusa, Chester, Brandon y esa tortuguita de mi hermano con la que nos encariñamos todos. Así que sí otra vez, extraño a mi gorda, no me acostumbro a mi día sin ella.